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Historias impresas en plata sobre gelatina.
Bienvenidos a la Galería de COPAL, donde podrás adquirir piezas fotógráficas en calidad Fine Art.
Doce monedas chinas
Esa mañana amanecí con la ilusión de ir a conocer la muralla China. Aquel día el entrenamiento de la selección de clavados se había suspendido y lo habían pospuesto para el miércoles, así que que bajé al restaurante, comí algo ligero y con prisa. Inmediatamente después salí a la calle y sentí el frío de un invierno que todavía le falta poco más de dos meses en desaparecer, era una mañana de febrero. Desde mi llegada al país oriental había tenido esa sensación de estar en mundo distinto: la comida, las miradas, los letreros, en realidad es una sensación rara entre fascinación e incertidumbre, sin embargo esa incertidumbre no llegó nunca a ser miedo, de cualquier forma no dejaba de tener un cierto complejo Gulliver. Fue en una época donde yo colaboraba para una agencia de fotografía deportiva y había sido enviado al continente asiático para la cobertura de la inauguración del famoso Cubo de Agua, el complejo deportivo acuático más avanzado hasta ese momento, en el marco de la Serie Mundial de Clavados, donde participó la selección mexicana encabezada por Paola Espinosa.
Al cruzar la calle me encontré con uno de muchos grupos de trabajadores de la construcción apresurados en terminar arreglos en las calles que seis meses después presumirían a todo el mundo por medio del evento que logra hacer mirar hacia los estadios y las ciudades donde se realizan cada 4 años, los Juegos Olimpicos.
En mi cabeza estaba muy firme la imagen de pisar ese gran muro milenario, así que tomé valor y abordé un taxi de la única forma que sabía y que en ese momento aún era una convención mundial: extender la mano con el dedo índice estirado, en ese entonces aún las plataformas digitales de transporte público no figuraban. Abordé el taxi y el conductor me miro con una cara a medio sonreir con algo de extrañeza y amabilidad, podría decirse hasta compasivo. Eso me hizo pensar en la posible forma en que los taxistas mexicanos miran a un chino en chilangolandia. El auto avanzó, era compacto y con visibles muestras de uso, sin embargo yo estaba más preocupado en pensar la forma de explicarle el lugar a dónde quería que me llevara. Fue la mirada por el retrovisor, más que los sonidos que salían de su boca, los que me hacían suponer que me estaba preguntando la dirección que debía tomar. Lo unico que pude atinar fue señalar hacia el llavero que colgaba de su espejo con la foto de la famosa muralla china. De sus labios salieron otros sonidos más y una notoria sonrisa. El trayecto del hotel a la muralla fue un agasajo de paisajes semi nevados entre las montañas. Después de 90 kilómetros por fin llegamos a la zona de Badaling, una de las partes más populares de la muralla de más de ochomil kilómetros. Antes de abandonar el taxi, y pensando en la inconveniencia de conseguir otro taxi a la salida, convencí entre señas y muecas, al compasivo chofer de acompañarme a realizar el paseo, quien de alguna forma entendió y aceptó mi invitación.
Al estar ascendiendo ese gran muro tuve una sensación muy parecida a la que tuve la primera vez en la niñez, cuando ascendí a las ruinas de Teotihuacán en México, esa especie de incredulidad y admiración ante un conjunto de baldosas que representan el sudor, trabajo, y dolor de miles de personas, y que sin embargo son de una belleza colosal.
Como todo fotógrafo, iba a cada paso retratando todo cuanto iba apareciendo frente a mis ojos, sin embargo tengo mucho apreció especial por esta foto donde aparece el estimado conductor del cuál nunca supe su nombre, frente a doce monedas que representan cada uno de los animales del horóscopo chino y que tiene un gran significado para toda su cultura.
Al cruzar la calle me encontré con uno de muchos grupos de trabajadores de la construcción apresurados en terminar arreglos en las calles que seis meses después presumirían a todo el mundo por medio del evento que logra hacer mirar hacia los estadios y las ciudades donde se realizan cada 4 años, los Juegos Olimpicos.
En mi cabeza estaba muy firme la imagen de pisar ese gran muro milenario, así que tomé valor y abordé un taxi de la única forma que sabía y que en ese momento aún era una convención mundial: extender la mano con el dedo índice estirado, en ese entonces aún las plataformas digitales de transporte público no figuraban. Abordé el taxi y el conductor me miro con una cara a medio sonreir con algo de extrañeza y amabilidad, podría decirse hasta compasivo. Eso me hizo pensar en la posible forma en que los taxistas mexicanos miran a un chino en chilangolandia. El auto avanzó, era compacto y con visibles muestras de uso, sin embargo yo estaba más preocupado en pensar la forma de explicarle el lugar a dónde quería que me llevara. Fue la mirada por el retrovisor, más que los sonidos que salían de su boca, los que me hacían suponer que me estaba preguntando la dirección que debía tomar. Lo unico que pude atinar fue señalar hacia el llavero que colgaba de su espejo con la foto de la famosa muralla china. De sus labios salieron otros sonidos más y una notoria sonrisa. El trayecto del hotel a la muralla fue un agasajo de paisajes semi nevados entre las montañas. Después de 90 kilómetros por fin llegamos a la zona de Badaling, una de las partes más populares de la muralla de más de ochomil kilómetros. Antes de abandonar el taxi, y pensando en la inconveniencia de conseguir otro taxi a la salida, convencí entre señas y muecas, al compasivo chofer de acompañarme a realizar el paseo, quien de alguna forma entendió y aceptó mi invitación.
Al estar ascendiendo ese gran muro tuve una sensación muy parecida a la que tuve la primera vez en la niñez, cuando ascendí a las ruinas de Teotihuacán en México, esa especie de incredulidad y admiración ante un conjunto de baldosas que representan el sudor, trabajo, y dolor de miles de personas, y que sin embargo son de una belleza colosal.
Como todo fotógrafo, iba a cada paso retratando todo cuanto iba apareciendo frente a mis ojos, sin embargo tengo mucho apreció especial por esta foto donde aparece el estimado conductor del cuál nunca supe su nombre, frente a doce monedas que representan cada uno de los animales del horóscopo chino y que tiene un gran significado para toda su cultura.
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